
Cena a 4 manos: Lo que puedes descubrir si te dejas sorprender
Hoy no estamos aquí para contarte acerca de un nuevo restaurante y mucho menos una reseña sobre cierto tipo de cocina que decidimos probar. Lo que viene a continuación es un recuento sincero y muy foodie, de cómo vivimos una cena a 4 manos en Quito.
El día y la hora estaban marcados. El restaurante Nuema, en el Centro Histórico, fue el escenario donde los chefs Alejandro Chamorro —el anfitrión—, y Juan José Morán (del restaurante La Pizarra en Guayaquil) compartieron la cocina.
Nosotros disfrutamos de esta cena minuto a minuto, tanto que quisimos contártela de la misma manera. En una especie de bitácora llena de sorpresas, sabores, colores y gratas experiencias.
18h12
Emprendimos la aventura. Nos dirigimos hacia el tradicional barrio de San Marcos en el Centro Histórico de Quito, donde se encuentra ubicado Nuema —como parte del exclusivo Illa Experience Hotel— el cual sería el escenario de este encuentro.

18h55
Llegamos al restaurante con unos minutos de anticipación. No queríamos perdernos ningún detalle de esta experiencia y, al ser de los primeros en llegar, tuvimos la oportunidad de elegir la mesa más cercana a la cocina.
Nos emocionó saber que los chefs no estarían detrás de una pared de concreto, y tan ocupados que serían casi inaccesibles para nosotros. Al contrario, el escenario donde los chefs emplatarían y darían los toques finales a cada plato, estaba justo delante de nosotros.
El ambiente tenía un aire liviano y cargado de emoción. Se notaba que los chefs se habían estado preparando con varias horas de anticipación y tanto ellos, como todo su equipo, estaban ansiosos de empezar el servicio.
19h00
Una vez que escuchamos a los chefs preguntar a su equipo “¿empezamos?”, pasaron tan sólo un par de minutos para que el primer plato llegara a nuestra mesa de la mano de Alejandro Chamorro.
A pesar de que habíamos leído que se trataba de una cena cromática, no fue hasta que el chef llegó a nuestra mesa y anunció el “Color Morado”, que comprendimos lo que esta nueva experiencia gastronómica traería de aquí en adelante.
Un ceviche de pescado macerado en remolacha, con tréboles rojos, caviar, chips de remolacha y crema de aguacate, nos impactó al descubrir el poder de este ingrediente para pigmentar de un vibrante violeta, toda la composición. La curiosidad hizo lo suyo y estábamos ansiosos por descubrir los siguientes colores del menú.

19h31
A esta hora, ya nos habíamos dejado llevar por el juego de la cromática. Para el “Color Rojo” probamos una cremosa tartaleta de erizos y langostinos. Mientras que para el “Color Verde”, la sorpresa fue un escache de mejillones encurtidos en una solución de este color.

El “Color Amarillo” sería nuestro siguiente paso. “¿Cuántas formas de preparar una zanahoria puede haber?”, nos preguntábamos al saber que el plato que estábamos a punto de probar, fue elaborado casi en su totalidad con esta hortaliza.
Y fue cuando, de la mano de Juan José, descubrimos a qué sabía el color amarillo. Un sango de zanahoria, acompañado de zanahorias amarillas encurtidas, zanahorias confitadas, ají fermentado de papaya, flores de hinojo encurtidas y yemas de huevo curadas, respondieron a nuestra pregunta. “La creatividad no tiene límites”, pensábamos al saborear este ingrediente.

19h43
Queríamos recordar con exactitud los ingredientes utilizados en cada paso y debido a ello no nos despegábamos de las cámaras de nuestros celulares. Pero entonces nos dimos cuenta de que estábamos ahí para vivir el momento.
¿De qué nos servía ver a los chefs a través de una pantalla, si podíamos verlos en vivo e incluso percibir, ver o tocar los ingredientes que nos iban describiendo? Decidimos dejar nuestros celulares de lado y supimos finalmente que el “Color Negro” era la combinación perfecta de un ceviche caliente de concha con quinoa cocida en la misma esencia y un polvo de sésamo negro y algas.
19h58
Después llegaron más sorpresas con una pangora cocinada al vapor, acompañada de una espuma de mantequilla que le hacía honor al “Color Blanco”. Y ni hablar de los postres que tomaban dulces formas en “Color Dorado”, a través de un mousse de sacha inchi (conocido como el “maní de los Incas”), y en “Color Café” con un mousse de chocolate ahumado y cebada aliñada con panela.


20h39
La cena había terminado y a medida que las mesas se iban despejando, los chefs tenían uno que otro minuto para conversar, hacerse bromas, felicitarse o incluso tomar algunas fotos de sus creaciones.
El ambiente de la cocina era alegre y se transmitía hacia el salón. No podíamos evitar sonreír cada vez que escuchábamos que un chef le decía “ñaño” a algún miembro del equipo, para pedirle algo. Todos se coordinaban de una manera tan sincrónica que parecía un baile en el que cuatro manos fueron las protagonistas.

En esta ocasión fueron dos amigos que asumieron el reto de cocinar más allá de los sabores, enfocándose también en la visualidad y las enormes posibilidades que cada color puede transmitir. ¿Qué sorpresas nos deparará la siguiente cena? Si quieres acompañarnos, haz clic aquí.
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